¿Causa-efecto o efecto-causa?



Estamos acostumbrados, lógicamente, a contemplar nuestra vida como una serie de causas y efectos. Las situaciones en las que nos encontramos son la consecuencia directa o indirecta de hechos anteriores que han determinado el curso de nuestras decisiones y nuestras acciones. Es evidente que vamos dibujando el trazo de nuestro camino a medida que nos vamos encontrando en diferentes puntos que marcan nuestro rumbo. Unas veces somos nosotros los que conscientemente tomamos la decisión de tirar hacia una dirección u otra, pero otras parece que el destino nos sitúe en lugares desde los que parece que no tenemos más remedio que seguir una ruta que parece predeterminada. Pero sea como sea, siempre hay un motivo "responsable" de que nos encontramos en unas circunstancias u otras.

Como ocurrió el hecho A, ahora estoy en B. A fue la causa y B es el efecto. "Como me quedé sin trabajo, ahora no me puedo permitir salir todos los fines de semana y paso mucho tiempo sola en casa", "como mi padre murió cuando yo era pequeño, he tenido que trabajar desde muy joven para tirar adelante la familia "," como no aprobé la selectividad, no pude hacer una carrera y acabé montando un negocio "," como me separé, ahora vivo solo ", etc., etc.

Todos tenemos decenas de ejemplos de cosas que nos han llevado a situaciones determinadas, tanto en el ámbito familiar como en el laboral, y sin duda somos conscientes de que lo importante no son los hechos que nos han sucedido sino nuestra actitud ante sus efectos. A veces, sin embargo, nos cuesta aceptar lo que nos ha pasado y sentimos que no hemos tenido elección y que, sencillamente, hemos sido "víctimas" de un hecho que no podíamos controlar.

Pero ¿y si fuéramos capaces de mirar las cosas desde otra perspectiva? ¿Y si en lugar de observar los acontecimientos como consecuencias unos de otros lo hiciéramos al revés? ¿Y si los efectos fueran en realidad las causas y las causas fueran los efectos? De entrada parece imposible darle la vuelta a esta ley, y con lo que propongo no pretendo de ninguna manera restarle validez ni cuestionar su existencia y funcionamiento. Sólo quiero compartir contigo una idea que en algunos momentos de la vida nos puede resultar muy útil a la hora de aceptar determinadas circunstancias.

Sé que de entrada resulta extraño poder invertir el orden de los dos términos, pero si te digo que el efecto es la causa de la causa quizás aún te sonará más absurdo... Pero vamos al grano, porque seguro que cuando te lo explique entenderás perfectamente lo que quiero decir.

Sabiendo que hay ciertas lecciones que cada uno de nosotros tenemos que aprender, es evidente que la vida nos traerá las circunstancias adecuadas para que podamos hacerlo. Así, si tenemos que aprender, por ejemplo, a ser más independientes y a confiar en nosotros mismos a la hora de afrontar cualquier obstáculo, nos encontraremos con las circunstancias más adecuadas para que desarrollamos estos rasgos. Pongamos, por ejemplo, una mujer que se siente desolada porque se acaba de separar de su marido. De repente se encuentra sola y no sabe cómo seguirá adelante. Siempre había recurrido a él cuando tenía un problema y no era capaz de dar un paso sin pedirle su opinión.

Ahora se ve obligada a solucionar problemas domésticos de los que no se había encargado nunca, debe ocuparse de las facturas y de los trámites administrativos habituales, debe acudir a las reuniones de la comunidad de vecinos, debe llevar el coche el taller cuando toca, etc. Todo ello le supone un gran esfuerzo, pero no le queda alternativa, así que lo hace lo mejor que puede. A veces las cosas le salen mal y las tiene que repetir, necesita más tiempo de lo normal para hacerlas o debe informarse sobre temas acerca de los cuales antes no tenía ni idea. Cuando habla con las amigas a menudo hace el siguiente comentario: "Como mi marido me dejó, ahora me tengo que encargar yo de todo".

Lógicamente, el hecho de que su marido la dejara es la causa y el que ahora tenga que hacerlo todo ella es el efecto. De lo que quizás ella todavía no es consciente es de que poco a poco va aprendiendo y que cada vez le cuesta menos hacer ciertas cosas. A medida que pasan los meses disminuye el esfuerzo que debe hacer, porque las cosas le van saliendo con mucha más facilidad. Al cabo del tiempo, y sin darse cuenta, conseguirá vivir sola sin depender de su marido y esto le dará una confianza en sus capacidades que antes no tenía. Así, verse obligada a pasar por esta experiencia hará que desarrolle las características que precisamente necesitaba aprender.

Resumiendo, el efecto producido en su vida a causa de la separación le permitirá aprender exactamente la lección que necesitaba. Así pues, si miramos las cosas al revés podemos decir que como esta mujer tenía que aprender a ser independiente, era necesario que se separara de su marido ... y de esta manera, el efecto que era necesario que se produjera se convierte en el motivo por el que había de tener lugar la causa, o lo que es lo mismo, el efecto ha sido la causa que ha originado la causa.

Para aquellos que creemos que vivimos más de una vida y que antes de encarnarse en un nuevo cuerpo ya hemos planificado a grandes rasgos cuáles son las lecciones que venimos a aprender, esta forma de ver las cosas tiene mucho sentido. De todos modos, aunque tú no lo veas así, creo que esta visión "invertida" de los hechos te puede servir en alguna ocasión para ayudarte a aceptar ciertas circunstancias. Todos hemos vivido o hemos oído hablar de hechos significativos que marcaron nuestra vida o la de otra persona, los cuales no se hubieran producido si no hubiera tenido lugar antes un hecho determinado. No en vano existe el dicho popular "No hay mal que por bien" (o "no hay mal que por bien no venga").

Si en lugar de mirar atrás y pensar "Ahora estoy así porque me pasó aquello", miramos el curso de nuestra vida planteándonoslo al revés y pensando "Como tenía que estar estar así, me ocurrió eso" , quizás nos resultará mucho más sencillo ver qué lecciones hemos aprendido por el camino y qué estamos aprendiendo ahora.

Es evidente que nuestras decisiones y nuestras acciones tienen consecuencias, y ser conscientes de ello hace que seamos capaces de responsabilizarnos de nuestra vida, pero si en algún momento nos planteamos por qué nos pueden han pasado ciertas cosas, no hay nada como valorar qué cambios se han producido en nosotros para comprender que era necesario que pasáramos por lo que hemos pasado. Buscar la causa de la causa nos ayudará no sólo a aceptarlo mejor sino que, además, nos ofrecerá la oportunidad de descubrir los valores y fortalezas que una experiencia determinada nos ha aportado.

Causa-efecte o efecte-causa?


Estem acostumats, lògicament, a contemplar la nostra vida com un seguit de causes i efectes. Les situacions en les quals ens trobem són la conseqüència directa o indirecta de fets anteriors que han determinat el curs de les nostres decisions i les nostres accions. És evident que anem dibuixant el traç del nostre camí a mesura que ens anem trobant en diferents punts que marquen el nostre rumb. De vegades som nosaltres els qui conscientment prenem la decisió de tirar cap a una direcció o una altra, però d’altres sembla que el destí ens situï en llocs des dels quals sembla que no tenim més remeï que seguir una ruta que sembla predeterminada. Però sigui com sigui, sempre hi ha un motiu “responsable” de que ens trobem en unes circumstàncies o unes altres.

Com va passar el fet A, ara estic en B. A va ser la causa i B és l’efecte. “Com em vaig quedar sense feina, ara no em puc permetre sortir tots els caps de setmana i passo molt temps sola a casa”, “com el meu pare va morir quan jo era petit, he hagut de treballar des de molt jove per tirar endavant la família”, “com no vaig aprovar la selectivitat, no vaig poder fer una carrera i vaig acabar muntant un negoci”, “com em vaig separar, ara visc sol”, etc., etc.

Tots tenim desenes d’exemples de coses que ens han portat a situacions determinades, tant en l’àmbit familiar com en el laboral, i sens dubte som conscients que l’important no són els fets que ens han succeït sinó la nostra actitud davant els seus efectes. De vegades, però, ens costa acceptar el que ens ha passat i sentim que no hem tingut elecció i que, senzillament, hem estat “víctimes” d’un fet que no podíem controlar.

Però, i si fóssim capaços de mirar les coses des d’una altra perspectiva? I si en lloc d’observar els esdeveniments com a conseqüències els uns dels altres ho féssim a l’inrevés? I si els efectes fossin en realitat les causes i les causes fossin els efectes? D’entrada sembla impossible fer-li la volta a aquesta llei, i amb el que proposo no pretenc de cap manera restar-li validesa ni qüestionar la seva existència i funcionament. Només vull compartir amb tu una idea que en alguns moments de la vida ens pot resultar molt útil a l’hora d’acceptar determinades circumstàncies.

Sé que d’entrada resulta estrany poder invertir l’ordre dels dos termes, però si et dic que l’efecte és la causa de la causa potser encara et sonarà més absurd... Però anem al gra, perquè segur que quan t’ho expliqui entendràs perfectament el que vull dir.

Sabent que hi ha certes lliçons que cadascú de nosaltres hem d’aprendre, és evident que la vida ens portarà les circumstàncies adequades perquè puguem fer-ho. Així, si hem d’aprendre, per exemple, a ser més independents i a confiar en nosaltres mateixos a l’hora d’afrontar qualsevol obstacle, ens trobarem amb les circumstàncies més adients perquè desenvolupem aquests trets. Posem, per exemple, una dona que es sent dessolada perquè s’acaba de separar del seu marit. De cop i volta es troba sola i no sap com seguirà endavant. Sempre havia recorregut a ell quan tenia un problema i no era capaç de donar un pas sense demanar-li la seva opinió.

Ara es veu obligada a solucionar problemes domèstics dels quals no s’havia encarregat mai, ha d’ocupar-se de les factures i dels tràmits administratius habituals, ha d’acudir a les reunions de la comunitat de veïns, ha de portar el cotxe al taller quan toca, etc. Tot plegat li suposa un gran esforç, però no li queda alternativa, així que ho fa de la millor manera que pot. De vegades les coses li surten malament i les ha de repetir, necessita més temps del que seria normal per fer-les o s’ha d’informar sobre temes sobre les quals abans no tenia ni idea. Quan parla amb les amigues sovint fa el següent comentari: “Com el meu marit em va deixar, ara m’he d’encarregar jo de tot”.

Lògicament, el fet que el marit la deixés és la causa i el que ara ho hagi de fer tot ella és l’efecte. Del que potser ella encara no és conscient és de que poc a poc va aprenent i que cada vegada li costa menys fer certes coses. A mesura que passen els mesos disminueix l’esforç que ha de fer, perquè les coses li van sortint amb molta més facilitat. Al cap del temps, i sense adonar-se’n, aconseguirà viure sola sense dependre del seu marit i això li donarà una confiança en les seves capacitats que abans no tenia. Així, veure’s obligada a passar per aquesta experiència farà que desenvolupi les característiques que precisament necessitava aprendre.

Resumint, l’efecte produït en la seva vida a causa de la separació li permetrà aprendre exactament la lliçó que necessitava. Així doncs, si ens mirem les coses a l’inrevés podem dir que com aquesta dona havia d’aprendre a ser independent, era necessari que es separés del seu marit... i d’aquesta manera, l’efecte que era necessari que es produís es converteix en el motiu pel qual havia de tenir lloc la causa, o el que és el mateix, l’efecte ha estat la causa que ha originat la causa.

Per aquells que creiem que vivim més d’una vida i que abans d’encarnar-nos en un nou cos ja hem planificat a grans trets quines són les lliçons que venim a aprendre, aquesta forma de veure les coses té molt sentit. De tota manera, encara que tu no ho vegis així, crec que aquesta visió “invertida” dels fets et pot servir en alguna ocasió per ajudar-te a acceptar certes circumstàncies. Tots hem viscut o hem sentit a parlar de fets significatius que van marcar la nostra vida o la d’algú altre, els quals no s’haguessin produït si no hagués tingut lloc abans un fet determinat. No en va existeix la dita popular “D’un gran mal surt un gran bé” (o “no hi ha mal que per bé no vingui”).

Si en lloc de mirar enrere i pensar “Ara estic així perquè em va passar allò”, mirem el decurs de la nostra vida plantejant-nos-el a l’inrevés i pensant “Com havia d’estar així, em va passar allò”, potser ens resultarà molt més senzill veure quines lliçons hem après pel camí i quines estem aprenent ara.

És evident que les nostres decisions i les nostres accions tenen conseqüències, i ser-ne conscients fa que siguem capaços de responsabilitzar-nos de la nostra vida, però si en algun moment ens plantegem per quin motiu ens poden han passat certes coses, no hi ha res com valorar quins canvis s’han produït en nosaltres per comprendre que era necessari que passéssim pel que hem passat. Buscar la causa de la causa ens ajudarà no només a acceptar-la millor sinó que, a més, ens oferirà l’oportunitat de descobrir els valors i les fortaleses que una experiència determinada ens ha aportat.

Un desequilibrio equilibrado


En este mundo de desigualdades parece imposible que se pueda hablar de equilibrio. Siempre me han hecho gracia los cálculos de la media aritmética que se aplican a todo tipo de parámetros: esta Navidad todos gastaremos x dinero en regalos, los alumnos de nuestro país sacan una nota media de x, el año pasado cayeron x litros de lluvia mensuales, las familias gastamos x dinero en ocio, etc., etc. Parece que tengamos la necesidad de encontrar equilibrio donde no lo hay, porque realmente estos cálculos no son ningún reflejo de la multiplicidad que existe en todos los ámbitos de la vida.

No obstante, y dejando de lado estos mecanismos artificiales, la verdad es que si nos fijamos en la naturaleza, todo tiende siempre al equilibrio... De entrada nos puede costar de ver, pero si observamos las cosas de forma global siempre se compensan las unas a las otras. Épocas de calor y épocas de frío, lugares que sufren sequía y lugares que sufren inundaciones, zonas de abundancia vegetal y otros desérticas, e incluso la propia cadena alimentaria... Quizá seríamos más capaces de ver este equilibrio si en lugar de contemplar la Tierra de forma compartimentada, es decir, comparando unas zonas con otras, la miráramos como una unidad. Entonces ya no parece tan importante en qué zonas llueve y en cuáles no o qué sitios son más ricos en flora y fauna que otros ¿no?

Esta fuerza universal es tan precisa y rigurosa, que actúa absolutamente en todos los niveles de la existencia, desde los fenómenos meteorológicos y la vida animal ¡a nuestra forma de ser! Sí, incluso en esto. Al fin y al cabo ¿no es todo energía?

Fíjate en tu propia familia. ¿No encuentras que a menudo algunos rasgos del carácter de unos son totalmente opuestos a los del resto? Quizás uno de los hijos es muy nervioso y el otro no se altera por nada, o uno es muy ordenado y el otro en absoluto, o la madre vocifera mucho y el padre no levanta nunca la voz, o un hermano es extremadamente responsable y el otro pasa de todo... Es como si dentro de este pequeño universo familiar también todo tendiese a compensarse. Si pudiéramos medir el conjunto de todas las energías que se mueven en una casa encontraríamos que al final todo parece estar en equilibrio. Como en el caso de la Tierra, si contemplamos la familia como unidad, ya no parece tan importante cuál es la forma de ser de cada uno de los miembros...

Y podríamos seguir así con multitud de ejemplos que acabarían demostrando que cada vez que miramos el conjunto como una entidad individual no parece haber desequilibrios.

Incluso si pensamos en nosotros mismos como individuos (y por muy desequilibrados que creamos estar) encontraremos que la naturaleza también busca la manera de mantener un estado de armonía global. Es evidente que en general todos los rasgos de nuestro carácter tienden hacia uno de los dos extremos: o somos más generosos o más egoístas, o más pacíficos o más agresivos, o más tímidos o más extrovertidos, etc. En cualquier aspecto que exista una inclinación hacia un lado u otro de la balanza, nuestra naturaleza buscará la manera de compensarlo. ¿Cómo? Pues encontrando un camino alternativo para que, aunque sea de forma inconsciente, este rasgo se manifieste o disminuya. ¿Y cuál es ese camino alternativo?

Por un lado, a veces sentimos un impulso que nos mueve a hacer las cosas totalmente al revés de como las hacemos siempre: por ejemplo, si siempre estamos haciendo cosas por los demás, quizá un buen día sentimos la necesidad imperiosa de ponernos los primeros de la lista y hacer algo sólo para nosotros, sintiendo incluso que estamos siendo egoístas; o cuando durante un tiempo hemos trabajado muy intensamente, nos encontramos con una época en la que no tenemos ganas de hacer nada, lo que nos puede hacer sentir que estamos perdiendo el tiempo; o si siempre controlamos la ira quizá un buen día tenemos una explosión que nos deja perplejos a nosotros mismos y a los que nos rodean, dejándonos con un gran sentimiento de haber fallado...

Pero todo ello no es más que esta búsqueda de equilibrio que nuestra naturaleza hace de manera inconsciente, moviéndonos a hacer lo que más necesitamos aunque no sepamos muy bien por qué. Normalmente, cuando sentimos este impulso, nos genera un sentimiento contradictorio que hace que por muchas ganas que tengamos de seguirlo, encontramos un punto de resistencia. Esto es debido a nuestra tendencia natural a inclinarnos preferentemente hacia al otro lado de la balanza. De todas formas, y por mucho que nos sintamos extraños, debemos hacer caso de este impulso, que no es más que nuestro instinto que nos está diciendo que necesitamos compensar algo.

Por otro lado nuestro cuerpo también hace su trabajo en esta búsqueda del equilibrio. A menudo no hacemos caso de nuestro instinto porque sencillamente nos reprimimos. Pensamos que nuestros impulsos no son adecuados y que no deberíamos escucharlos. Es entonces cuando nos culpamos y luchamos contra todos los sentimientos que simplemente surgen a consecuencia del desequilibrio que estamos manteniendo. Si sentimos la necesidad de tomarnos un tiempo para nosotros y siempre nos hemos dejado para el final, es muy fácil que pensemos que esto es un pensamiento egoísta y luchemos para mantenerlo bajo control. Pero a medida que pasa el tiempo, el desequilibrio se hace más y más grande, y entonces es cuando quizás tomamos decisiones extremas (lo abandonamos todo) o bien nuestro cuerpo toma las riendas y empieza a buscar él mismo la forma de volver el equilibrio que hemos perdido.

Aquí tal vez discreparás conmigo, pero como siempre digo, no pretendo convencerte de nada sino sólo compartir contigo lo que siento y lo que he experimentado por mí misma. A estas alturas es ya mucha la información que existe sobre la relación entre las enfermedades y nuestra forma de ser y de pensar. Después de leer diferentes libros y escritos sobre este tema y de observar y estudiar detenidamente la relación entre unas y otras en mi misma y en las personas más cercanas a mí, creo sinceramente que las cosas van por ese camino... Creo que cuando no somos capaces de manifestar un cierto tipo de comportamiento, lo que estamos haciendo es no dejar que se manifieste determinada energía. Para que nuestro conjunto "global" se mantenga equilibrado, esta energía encuentra otro camino para expresarse y lo hace a través de nuestro cuerpo, originando el tipo de enfermedad más adecuado. Sí que es cierto que muchas afecciones se pueden originar debido a una mala alimentación, higiene o unas costumbres poco saludables, pero aún así, también son el reflejo de un desequilibrio y nos están indicando precisamente qué cosas deberíamos modificar.

A veces cuesta reconocer cuáles son las pautas que nos han llevado a desarrollar una enfermedad, pero con un poco de esfuerzo y, sobre todo, honestidad, se pueden encontrar verdaderos tesoros que ayudan, por un lado, a superarla o bien nos aportan una información inestimable sobre nosotros mismos. Es cierto que a menudo, por mucho que comprendamos sus causas, no tenemos la capacidad de expresar la energía de otra manera y nuestra enfermedad se mantiene. Sin embargo, el hecho de comprender su función nos ayuda a vivirla de otra manera y a desarrollar más nuestra conciencia.

Ahora bien, por mucho que todo tiende al equilibrio de manera natural, en este caso no es lo mismo el conjunto que la suma de las partes. El equilibrio que se consigue a nivel global no es igual que el que se establece cuando todas las partes están equilibradas. Me explico: en el ejemplo de la familia, no es igual que existan tantas diferencias entre unos y otros por mucho que el "cómputo" general esté equilibrado, a que cada uno de sus miembros mantenga en sí mismo un equilibrio propio. De alguna forma, viene a ser lo mismo que lo que sucede con los cálculos de las medias: no es lo mismo considerar que el conjunto de la población gasta x dinero en ocio cuando hay mucha gente que no gasta nada y otra que gasta mucho, que constatar realmente que todo el mundo gasta la misma cantidad.

Así pues, cuando tomamos conciencia de que en algún aspecto de nuestra vida existe un desequilibrio y actuamos para compensarlo antes de que nuestro instinto lo haga por nosotros y no seamos conscientes, vale la pena que nos esforcemos un poco para encontrar la armonía antes de que tengamos que hacerlo de una manera más drástica o más dolorosa. ¿Y como sabemos que hay desequilibrio? Pues fijándonos en nuestra actitud, en lo que sentimos en cada momento sin juzgarlo. Si empezamos a tener sensaciones o pensamientos que intentamos bloquear porque nos parecen inadecuados quizás es necesario que les prestamos atención para descubrir si en realidad nos están diciendo que hemos inclinado demasiado la balanza hacia un lado y tenemos que hacer algo para inclinarla hacia el otro.

Del mismo modo que el hombre ha generado un desequilibrio en la naturaleza y ésta cada vez se ve obligada a reaccionar de formas más extremas, si no somos conscientes y participamos de forma activa en la restitución de nuestra propia armonía, también nuestros recursos inconscientes deberán actuar de forma más drástica para equilibrar lo que está desequilibrado.

* Si te interesa el tema de las enfermedades puedes encontrar mucha información en Internet. Algunos de los libros que personalmente he encontrado muy útiles e interesantes son "El gran diccionario de las dolencias y Enfermedades", de Jacques Martiel, "La enfermedad como camino", de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, y también de este último autor, " La enfermedad como símbolo "y" El mensaje curativo del alma”.