Depresión: Identidad confinada

Dejando a un lado mis valoraciones personales sobre la pandemia y las medidas tomadas para combatirla, quiero aprovechar precisamente este contexto para hablar de un estado emocional por el que pasamos la mayoría de nosotros alguna vez en la vida... unos durante períodos cortos y relacionados con un hecho muy concreto, y otros, a veces sin que aparentemente haya pasado nada, durante épocas que pueden durar meses, años o incluso toda una vida: la depresión.

No voy a entrar en descripciones de los síntomas que más o menos todos conocemos ni de si hay diferentes tipos o diferentes causas, porque al fin y al cabo, el resultado siempre es el mismo. Para mí, básicamente, toda depresión se origina por una pérdida, del tipo que sea, que de una manera u otra nos cambia la vida. Dependiendo de lo que hayamos perdido (a un ser querido, un trabajo, una amistad, una forma de vida...) podemos tardar más o menos tiempo a reponernos, ya sea porque encontramos la manera de sustituirlo o porque aprendemos a vivir aceptando que aquello ya no formará parte de nuestra vida tal y como lo había hecho. El caso es, sin embargo, que en definitiva las cosas ya no son como eran antes.

Es cierto que no deberíamos definir quiénes somos por lo que hacemos ni por lo que tenemos, pero sin duda solemos identificarnos con cualquier cosa que represente nuestra relación con el mundo externo: el trabajo, los amigos, las aficiones, la pertenencia a clubes o asociaciones, etc. etc. Y es normal que lo hagamos, porque al fin y al cabo todo esto no deja de ser una expresión de cómo somos internamente, de nuestras capacidades, nuestros gustos o nuestros intereses. En cierto modo, nuestra actividad "externa" reafirma nuestra identidad y nos sirve de punto de referencia para definir quiénes somos. No, no deberíamos hacerlo. Deberíamos saber quiénes somos más allá de todo esto, porque precisamente las cosas externas cambian de un momento a otro y en cambio internamente seguimos siendo los mismos, pero quien más quien menos, todos lo acabamos haciendo...

Así pues, ¿qué ocurre cuando de repente se nos aparta de todo? Cuando no podemos ir a trabajar o estudiar, ni ver a los amigos, ni visitar a la familia, ni salir a hacer deporte, ni ir a nuestro club, ni... ni... ni... De un día para otro lo perdemos absolutamente TODO... y si todo lo que hacíamos nos definía, en una palabra: perdemos nuestra identidad.

Por eso tantas personas han sufrido depresión durante el confinamiento y en algunos casos con un gran sufrimiento: la desconexión y la pérdida de su mundo externo ha significado la desconexión y la pérdida de sí mismas... Si todo lo que las definía como personas en su mundo era lo que hacían o la gente con la que se relacionaban, de repente se han sentido perdidas... como si hubieran dejado de existir. Y en el caso de las personas mayores... me pregunto cuántas han sido incapaces de superar la soledad, separadas de lo único que daba sentido a sus vidas... la familia.

Todo el mundo habla de los cambios que vamos a vivir como sociedad, de la gran oportunidad que tenemos ahora de encontrar maneras diferentes de hacer y de vivir... Puede que salgan muchas cosas buenas, aparte también (creo) de muchas malas o peores de lo que eran antes. Pero si no hacemos cambios más profundos a nivel personal, el resto sólo será maquillaje. Supongo que mucha gente sí habrá aprovechado este tiempo para reflexionar y, precisamente, darse cuenta de muchas cosas... Gente que habrá aprendido y, con ello, habrá descubierto cosas de ella misma... Gente que habrá sido capaz de cambiar la percepción de quien son... Gente que habrá descubierto nuevos caminos y nuevas formas, tal vez para seguir haciendo las mismas cosas que antes, pero desde otra perspectiva...

Si tú que me lees eres una de esas personas te felicito, porque pase lo que pase fuera a partir de ahora, sabrás que tú sigues siendo la misma y eso nadie te lo podrá quitar nunca. Si eres de las que aún no ha encontrado el camino pero te has dado cuenta de que existe y estás dando los primeros pasos, te animo y te doy también la enhorabuena, porque las montañas más altas se conquistan también paso a paso. Y si estás leyendo estas palabras pero todavía sientes sólo el vacío y no ves cómo salir, empieza a buscarte en la Naturaleza, en su simplicidad y su inteligencia ilimitada... Los ciclos de la vida siempre pasan por momentos de oscuridad, de estancamiento, de silencio, de espera... para finalmente volver a brotar, a salir de la cueva, a resurgir con nueva energía. Sé que nada de lo que nadie te diga te parece que te pueda ayudar; que no tienes ganas ni fuerzas... por eso te digo: comienza por lo más básico... Eres energía, vibración... Eres como una canción triste que se escucha a sí misma y aún se entristece más... 

Haz una prueba: ponte música alegre... y si puedes hacer un pequeño esfuerzo ¡ponte a bailar! Te parecerá estúpido y ridículo, pero te aseguro que es la forma más simple y fácil de dar el primer paso... E insiste, no tires la toalla si al principio te cuesta... Sigue, sigue... Y ya verás como al cabo de un rato algo habrá cambiado, aunque sea un poquito. Poco a poco, ve haciéndolo tantas veces como puedas... Y observa el cielo, los árboles, los pájaros... cualquier trocito de naturaleza por pequeño que sea, que te recuerde que lo que te pasa es normal y que un día se acabará y saldrás con mucha más fuerza de la que tenías antes. Y cuando vayas viendo que recuperas un poquito el ánimo, te recomiendo que busques alguna manera de empezar a redescubrirte, a ver quién había detrás de todas aquellas actividades que tuviste que dejar de hacer de golpe... Quizá no me creerás ahora, pero te aseguro que el tesoro que encontrarás te hará agradecer todo el dolor que has pasado.

* No soy psicóloga ni terapeuta, pero si no tienes nadie y necesitas expresar lo que sientes y que alguien te escuche, te ofrezco un corazón que te escuchará y te apoyará, no desde teorías ni estadísticas sino desde la comprensión y el deseo de acompañarte. No dudes en contactarme. 

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