Cuando éramos pequeños...


Si eres padre o madre seguro que una de tus luchas es conseguir que cuando es hora de comer, de cenar, de irse a dormir, del baño, de salir a la calle, etc. tus hijos te hagan caso a la primera. ¡Siempre están ocupados haciendo algo que tienen que terminar! Y eso si te oyen cuando les llamas... Sea lo que sea lo que están haciendo, tanto si es algo realmente creativo como si sencillamente están mirando la tele, nunca pueden dejarlo en el momento... ¡Como si tu intención fuera únicamente interrumpirles y "cortarles el rollo"!

Y si no has tenido esta experiencia, seguro que recuerdas cuando lo hacías tú. Ni siquiera una necesidad esencial como comer parecía importante cuando estabas inmerso/a en el juego que fuera. Por supuesto no tenías ni idea de la hora que era, ni siquiera del rato que llevabas jugando, y si nadie te interrumpe seguro que te podrías haber pasado muchas más horas y, quién sabe, quizás incluso días.

Sí, éramos pequeños... Pequeños por fuera, pero en aquellos tiempos nuestra capacidad de vivir el momento, de experimentar la riqueza de nuestro poder de imaginar y crear, de ser "uno" con lo que hacíamos, seguro que era mucho mayor de lo que jamás ha vuelto a ser. De hecho, si en algún momento experimentamos realmente el aquí y ahora es cuando estamos haciendo alguna actividad que nos llena, que nos absorbe, que nos hace perder la noción del tiempo. Pero desgraciadamente, en general esto no nos pasa a menudo. De ahí que se hayan escrito tantas líneas y se hayan desarrollado tantas técnicas para intentar recuperar esta habilidad perdida... el estar aquí y ahora en todo momento. 

Tengo que reconocer que, a pesar de todos mis esfuerzos, muy pocas veces he sido capaz de mantenerme en el instante presente, exceptuando esas veces en que he estado haciendo algo de lo que realmente he disfrutado (como ahora mismo, mientras escribo ) o meditando... Pero luego vuelvo a la "normalidad", a las actividades diarias, y mi mente no para de planificar, de buscar soluciones, de intentar prever cómo se desarrollarán ciertas cosas... Y la verdad es que esto cansa; cansa y la mayor parte del tiempo es una actividad inútil, porque en lugar de pensar las cosas una vez y ya está, mi mente las repite sin cesar, entrando en una espiral sin fin que no lleva a ninguna parte.

Por otro lado, sin embargo, yo tampoco sería partidaria de dejar de pensar en el pasado y en el futuro de una manera tan radical como a veces se pretende. Hace tiempo escribí un artículo con algunas reflexiones sobre este tema, que si quieres puedes leer o releer
("Vivir el presente ... ¿sólo?"), Pero al margen de eso, hoy me gustaría compartir contigo lo que por fin he entendido y lo que realmente me ha permitido volver a experimentar lo que para mí mejor describe esta capacidad que tenemos cuando somos pequeños: la despreocupación.

Si las cosas en casa funcionan relativamente bien (dejando aparte los casos extremos, aquellos en que hay realmente problemas importantes), ¡un/a niño/a no se preocupa de nada! No se preocupa de si habrá comida en la mesa, de cómo se pagarán las facturas, de si se acaba el contrato de trabajo del padre o la madre, de cuando costará reparar el coche, de cómo saldrán los resultados de las analíticas de la abuela... 

¡Afortunadamente! ¡Y esto es precisamente el quid de la cuestión! Sabe que no tiene que preocuparse de nada porque hay alguien que se ocupa, alguien que lo soluciona todo, pase lo que pase. Sabe que en su pequeño mundo está protegido/a, se siente seguro/a, y eso le permite estar presente en todo lo que hace, estar en el presente.

Por un momento, imagina que pudieras sentir esa misma seguridad. Una de las capacidades de la memoria es que no sólo nos permite recordar hechos sino también estados anímicos. Intenta trasladarte a tu infancia, intenta sentir aquella tranquilidad de saber que alguien se hacía cargo de todo, que saber que pasara lo que pasara había alguien que lo resolvería... ¿Puedes? No pienses, siéntelo...

Y ahora imagina que pudieras mantener esta sensación constantemente. ¿No crees que eso lo cambiaría todo? ¿No dejarías de pensar, de preocuparte por el futuro? Saber que puedes "jugar" sin tener que preocuparse, ¿no te traslada instantáneamente al presente?

Sí, tienes razón. La vida adulta es diferente. Tenemos responsabilidades y la vida no es un juego. Qué lástima ¿no? Pero, ¿y si lo fuera? ¿Y si a pesar de los malos momentos, los obstáculos y las situaciones dolorosas en realidad estuviéramos aquí para jugar? ¿Que precisamente estas nos dieran aún más capacidades de las que ya tenemos? ¿Que nos hicieran más fuertes, más atrevidos, que nos dieran más recursos?... Para jugar, para crear, para dar forma a todo lo que imaginamos... sabiendo que pase lo que pase siempre habrá una solución.

Dicen que el Universo conspira para darte lo que pides. Te puedo decir por experiencia propia que es realmente así. Yo no rezo pidiendo a Dios, ni siquiera pido al Universo, pero siempre que he necesitado algo me ha llegado, a veces incluso antes de saber que lo necesitaba. Y te aseguro que no uso ninguna técnica. Lo único que hago es imaginarlo y, aunque quiera, no dejar de pensar en ello, sencillamente ¡porque no puedo evitarlo! 😅

Creo que es pura lógica, que ni siquiera es necesario creer en nada para que pase. Es como funciona el electromagnetismo en todos los niveles (ya hablaré de eso en otra ocasión). Diría que la única parte de la que somos responsables es la de no poner nosotros los obstáculos. Y aquí entra desde la falta de confianza a cualquier otra creencia subconsciente. ¿Por qué funciona la fe? No porque alguien (un Santo, Dios o una figurita) conceda los deseos, sino porque sencillamente esta confianza plena hace que quien tiene fe deje de meterse de por medio y lo deje todo en "sus" manos.

A menudo cuando escribo pongo ejemplos de palabras de Jesús, no porque lo considere más o menos que a cualquier otro Maestro, sino probablemente porque he leído más la Biblia que otros textos religiosos, no importa. O podría hablar en términos de física cuántica, que al final es lo mismo... Pero Jesús me cae bien 😊 y a veces observar la naturaleza me ha ayudado a encontrar respuestas sencillas a preguntas complejas. Creo que no hay nada que resuma mejor lo que quiero decir que este bonito fragmento... y llámale Padre, llámale Universo, llámale como quieras...

“No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;  pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos”.

Solemos buscar la seguridad en cosas que en realidad no nos la pueden dar: un trabajo, una relación, dinero... Pero todo esto puede cambiar o desvanecerse. Nada de lo que podemos tener es seguro, no nos engañemos, y la necesidad de mantenerlo también nos acaba generando ansiedad por miedo a perderlo.

Sólo la seguridad de saber que dentro de la inseguridad de la vida siempre llegará lo que necesitamos en el momento que lo necesitamos nos permitirá no querer huir del presente, tomar decisiones sin miedo, ser más creativos, arriesgarnos a hacer cambios... Nos permitirá "jugar" y disfrutar más de esta vida. ¿No sería esto una especie de paraíso? ¿Un lugar(un estado) donde podamos tener lo que sea que necesitamos? Quizás esto es a lo que se refería Jesús cuando dijo:

“En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.

Volvamos pues a ser pequeños, a confiar en la Vida en mayúsculas, como lo hicimos durante un tiempo, por corto o largo que fuera, en el padre y la madre que se encargaban, en la medida en que podían y/o sabían, de cubrir nuestras necesidades. Honestamente, creo que he vivido muchas experiencias difíciles y muchos cambios, y que mi vida ha sido de todo menos estable (y lo sigue siendo), pero realmente si miro hacia atrás puedo ver cómo siempre ha llegado la solución que esperaba. También tengo que decir que más de una vez, cuando ésta ha llegado, me he dado cuenta de que no era exactamente lo que quería, a pesar de haber pensado que sí... Pero eso me ha ido ayudando a ser más precisa, a descartar, a concretar más, y a ir descubriendo poco a poco qué es lo que realmente necesito o quiero. 

Y ahora mismo, mientras escribo estas líneas, sigo encontrándome en una situación insegura y de cambios, pero por primera vez, y sólo intentando recuperar cada día esa sensación que tenía de pequeña, estoy experimentando aquella despreocupación y unas ganas inmensas de probar, de experimentar, de crear y, en definitiva... de “jugar”. Llámame ingenua, soñadora, irresponsable o lo que quieras, pero si realmente tengo que volver a ser como una niña no quiero dejar pasar ni un día más, y no quiero tener que esperar a los fines de semana, a las vacaciones o a cobrar a fin de mes, entre otras cosas porque ni siquiera puedo estar segura de que cuando lleguen todavía estaré aquí😉.


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