Todos sabemos que “Fumar
mata”, pero ¿qué dirías si en un contrato de trabajo leyeras “Las autoridades sanitarias advierten que el
exceso de trabajo puede ser perjudicial para la salud” o en
una tableta de chocolate “El chocolate
crea adicción”? Y podríamos seguir con los dulces, cualquier tipo de
comida, la televisión, el sexo, Internet, las compras o incluso salir de fiesta
con los amigos.
Si el tabaco fuera verdaderamente el culpable de la adicción
a fumar habría muchísima más gente fumadora de la que hay. Debe haber pocas
personas que no hayan probado un cigarrillo en su vida, sin embargo no todas
han acabado “enganchadas”. Por otro lado, los fumadores pasivos, que sin
quererlo han respirado el humo de otros, también tendrían que haber acabado igual
si realmente el tabaco fuera el culpable. Por supuesto no quiero hacer una
apología del tabaco ni de ningún tipo de droga, pero creo que aunque existen
substancias perjudiciales para la salud no son ellas las culpables de las
adicciones: no hay substancias adictivas sino personas adictas.
Cualquier tipo de dependencia, ya sea de una substancia, de
una actividad o incluso de una persona, se genera en la necesidad de sentir el
placer que proporciona; un placer que no se obtiene de ningún otro modo. No obstante,
este placer sólo es momentáneo o dura un cierto tiempo, después del cual se
siente de nuevo la necesidad, una especie de vacío que creemos que llenaremos
consumiendo o haciendo lo que nos aporta ese placer. Pero en realidad lo que
estamos haciendo únicamente es buscar un substituto para aquello que
verdaderamente nos falta: amor, seguridad, confianza, serenidad… Las adicciones
nos sirven para evadirnos, para no tener que afrontar el verdadero problema.
Las personas adictas al trabajo es posible que no deseen
volver a casa porque no son felices con su pareja o quizás porque creen que su
valor depende de lo que hacen, no de lo que son. Hay otras que siempre tienen
planes para ocupar su tiempo libre saliendo con amigos, haciendo cualquier tipo
de actividad para evitar estar a solas consigo mismas, pues entonces, en medio
del silencio, se encuentran cara a cara con sus miedos e inseguridades. Y si
no, las que se pasan el día con la tele encendida, tanto si la miran como si
no, porque el ruido “les hace compañía”. O bien aquellas que necesitan comer a
todas horas, porque llenar el estómago simula llenar el vacío que sienten por
falta de amor (principalmente por sí mismas). Los dulces, por ejemplo, son los
substitutos ideales del amor. ¡No existe un sabor más similar a la sensación
“dulce” que tenemos al sentirnos amados que el del azúcar!
Dejando a un lado que se ha convertido en un gran medio de
comunicación y que por descontado no es un problema en todos los casos, la
creciente adicción a las redes sociales y a Internet en general refleja la
soledad que sienten muchas personas y sus problemas para relacionarse con otra
gente, básicamente por falta de confianza en sí mismas. Hacer amigos
“virtuales” es mucho más fácil, ya que cuesta menos decir las cosas por escrito
que en persona y, evidentemente se puede mentir y fingir que se es alguien
totalmente distinto quien se es en realidad.
Y así podríamos continuar con muchos ejemplos. De hecho, la
mayoría de nosotros somos adictos a algo, aunque no nos demos cuenta o que, de
entrada, no nos lo parezca. Hay quien necesita constantemente que le reconozcan
lo que hace, quien va de una relación de pareja a otra porque no sabe estar
solo/a, quien se interesa desmesuradamente por la vida de los demás porque así
no piensa en sus propios problemas (de ahí el éxito de muchos programas de
televisión), quien se pasa la vida haciendo cursillos con la excusa de aprender
y luego no utiliza para nada lo aprendido, quien se pasa el día leyendo novelas
o viendo películas para “vivir” la vida de otros… ¡Claro que nada de todo esto
parece perjudicial comparado con el consumo de drogas o alcohol, por ejemplo,
pero al fin y al cabo, los problemas que se esconden detrás son muy similares!
De hecho, cualquier cosa que hagamos en exceso (incluso el deporte) puede tener
consecuencias negativas para nuestra salud (física o mental) y a su vez pone de
manifiesto algún tipo de problema escondido.
No hace falta decir que los niños y niñas también pueden ser
adictos a muchas cosas y que también ellos sienten algún tipo de vacío que
necesitan llenar. De hecho, la mayoría de problemas que tenemos los adultos
nacieron en nuestra infancia y fue entonces cuando aprendimos a encontrar el
modo de huir de ellos, refugiándonos en aquello que nos hacía sentir mejor. A
mí, por ejemplo, me encantaba leer. Mientras lo hacía me evadía por completo de
mi entorno y me convertía en el/la protagonista del libro y vivir una vida
mucho más apasionante y feliz que la mía. De mayor siempre había sido muy
aficionada a la lectura precisamente por eso, hasta el punto de leerme libros
enteros un solo día, hasta que en un momento determinado, sin saber cómo ni por
qué, dejé prácticamente de leer, como si tuviera la sensación de que estaba
dejando mi vida de lado mientras tenía un libro entre las manos. Debo decir que
pasé totalmente al extremo contrario, pero eso suele ocurrir. En muchas cosas
debemos ir de un extremo al otro para encontrar, finalmente, al término medio.
De todos modos, si por el motivo que sea estamos
“enganchados” a algo, de poco sirve querer dejarlo de un día para otro.
Mientras continúe existiendo la verdadera causa de la adicción de poco nos
servirá el esfuerzo y, muy probablemente, aunque lo consigamos durante un
tiempo, volveremos a “caer”. Y si no, quizás substituiremos la adicción por
otra. ¿Cuánta gente dice que al dejar de fumar ha empezado a ganar peso porque
ha empezado a comer más? Lo único que podemos hacer es tomar consciencia,
intentar descubrir qué nos ocurre y aceptarlo. Si con el tiempo conseguimos
cambiar “por dentro”, la adicción será mucho más fácil de vencer e incluso
puede desaparecer por sí sola.
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