Un desequilibrio equilibrado


En este mundo de desigualdades parece imposible que se pueda hablar de equilibrio. Siempre me han hecho gracia los cálculos de la media aritmética que se aplican a todo tipo de parámetros: esta Navidad todos gastaremos x dinero en regalos, los alumnos de nuestro país sacan una nota media de x, el año pasado cayeron x litros de lluvia mensuales, las familias gastamos x dinero en ocio, etc., etc. Parece que tengamos la necesidad de encontrar equilibrio donde no lo hay, porque realmente estos cálculos no son ningún reflejo de la multiplicidad que existe en todos los ámbitos de la vida.

No obstante, y dejando de lado estos mecanismos artificiales, la verdad es que si nos fijamos en la naturaleza, todo tiende siempre al equilibrio... De entrada nos puede costar de ver, pero si observamos las cosas de forma global siempre se compensan las unas a las otras. Épocas de calor y épocas de frío, lugares que sufren sequía y lugares que sufren inundaciones, zonas de abundancia vegetal y otros desérticas, e incluso la propia cadena alimentaria... Quizá seríamos más capaces de ver este equilibrio si en lugar de contemplar la Tierra de forma compartimentada, es decir, comparando unas zonas con otras, la miráramos como una unidad. Entonces ya no parece tan importante en qué zonas llueve y en cuáles no o qué sitios son más ricos en flora y fauna que otros ¿no?

Esta fuerza universal es tan precisa y rigurosa, que actúa absolutamente en todos los niveles de la existencia, desde los fenómenos meteorológicos y la vida animal ¡a nuestra forma de ser! Sí, incluso en esto. Al fin y al cabo ¿no es todo energía?

Fíjate en tu propia familia. ¿No encuentras que a menudo algunos rasgos del carácter de unos son totalmente opuestos a los del resto? Quizás uno de los hijos es muy nervioso y el otro no se altera por nada, o uno es muy ordenado y el otro en absoluto, o la madre vocifera mucho y el padre no levanta nunca la voz, o un hermano es extremadamente responsable y el otro pasa de todo... Es como si dentro de este pequeño universo familiar también todo tendiese a compensarse. Si pudiéramos medir el conjunto de todas las energías que se mueven en una casa encontraríamos que al final todo parece estar en equilibrio. Como en el caso de la Tierra, si contemplamos la familia como unidad, ya no parece tan importante cuál es la forma de ser de cada uno de los miembros...

Y podríamos seguir así con multitud de ejemplos que acabarían demostrando que cada vez que miramos el conjunto como una entidad individual no parece haber desequilibrios.

Incluso si pensamos en nosotros mismos como individuos (y por muy desequilibrados que creamos estar) encontraremos que la naturaleza también busca la manera de mantener un estado de armonía global. Es evidente que en general todos los rasgos de nuestro carácter tienden hacia uno de los dos extremos: o somos más generosos o más egoístas, o más pacíficos o más agresivos, o más tímidos o más extrovertidos, etc. En cualquier aspecto que exista una inclinación hacia un lado u otro de la balanza, nuestra naturaleza buscará la manera de compensarlo. ¿Cómo? Pues encontrando un camino alternativo para que, aunque sea de forma inconsciente, este rasgo se manifieste o disminuya. ¿Y cuál es ese camino alternativo?

Por un lado, a veces sentimos un impulso que nos mueve a hacer las cosas totalmente al revés de como las hacemos siempre: por ejemplo, si siempre estamos haciendo cosas por los demás, quizá un buen día sentimos la necesidad imperiosa de ponernos los primeros de la lista y hacer algo sólo para nosotros, sintiendo incluso que estamos siendo egoístas; o cuando durante un tiempo hemos trabajado muy intensamente, nos encontramos con una época en la que no tenemos ganas de hacer nada, lo que nos puede hacer sentir que estamos perdiendo el tiempo; o si siempre controlamos la ira quizá un buen día tenemos una explosión que nos deja perplejos a nosotros mismos y a los que nos rodean, dejándonos con un gran sentimiento de haber fallado...

Pero todo ello no es más que esta búsqueda de equilibrio que nuestra naturaleza hace de manera inconsciente, moviéndonos a hacer lo que más necesitamos aunque no sepamos muy bien por qué. Normalmente, cuando sentimos este impulso, nos genera un sentimiento contradictorio que hace que por muchas ganas que tengamos de seguirlo, encontramos un punto de resistencia. Esto es debido a nuestra tendencia natural a inclinarnos preferentemente hacia al otro lado de la balanza. De todas formas, y por mucho que nos sintamos extraños, debemos hacer caso de este impulso, que no es más que nuestro instinto que nos está diciendo que necesitamos compensar algo.

Por otro lado nuestro cuerpo también hace su trabajo en esta búsqueda del equilibrio. A menudo no hacemos caso de nuestro instinto porque sencillamente nos reprimimos. Pensamos que nuestros impulsos no son adecuados y que no deberíamos escucharlos. Es entonces cuando nos culpamos y luchamos contra todos los sentimientos que simplemente surgen a consecuencia del desequilibrio que estamos manteniendo. Si sentimos la necesidad de tomarnos un tiempo para nosotros y siempre nos hemos dejado para el final, es muy fácil que pensemos que esto es un pensamiento egoísta y luchemos para mantenerlo bajo control. Pero a medida que pasa el tiempo, el desequilibrio se hace más y más grande, y entonces es cuando quizás tomamos decisiones extremas (lo abandonamos todo) o bien nuestro cuerpo toma las riendas y empieza a buscar él mismo la forma de volver el equilibrio que hemos perdido.

Aquí tal vez discreparás conmigo, pero como siempre digo, no pretendo convencerte de nada sino sólo compartir contigo lo que siento y lo que he experimentado por mí misma. A estas alturas es ya mucha la información que existe sobre la relación entre las enfermedades y nuestra forma de ser y de pensar. Después de leer diferentes libros y escritos sobre este tema y de observar y estudiar detenidamente la relación entre unas y otras en mi misma y en las personas más cercanas a mí, creo sinceramente que las cosas van por ese camino... Creo que cuando no somos capaces de manifestar un cierto tipo de comportamiento, lo que estamos haciendo es no dejar que se manifieste determinada energía. Para que nuestro conjunto "global" se mantenga equilibrado, esta energía encuentra otro camino para expresarse y lo hace a través de nuestro cuerpo, originando el tipo de enfermedad más adecuado. Sí que es cierto que muchas afecciones se pueden originar debido a una mala alimentación, higiene o unas costumbres poco saludables, pero aún así, también son el reflejo de un desequilibrio y nos están indicando precisamente qué cosas deberíamos modificar.

A veces cuesta reconocer cuáles son las pautas que nos han llevado a desarrollar una enfermedad, pero con un poco de esfuerzo y, sobre todo, honestidad, se pueden encontrar verdaderos tesoros que ayudan, por un lado, a superarla o bien nos aportan una información inestimable sobre nosotros mismos. Es cierto que a menudo, por mucho que comprendamos sus causas, no tenemos la capacidad de expresar la energía de otra manera y nuestra enfermedad se mantiene. Sin embargo, el hecho de comprender su función nos ayuda a vivirla de otra manera y a desarrollar más nuestra conciencia.

Ahora bien, por mucho que todo tiende al equilibrio de manera natural, en este caso no es lo mismo el conjunto que la suma de las partes. El equilibrio que se consigue a nivel global no es igual que el que se establece cuando todas las partes están equilibradas. Me explico: en el ejemplo de la familia, no es igual que existan tantas diferencias entre unos y otros por mucho que el "cómputo" general esté equilibrado, a que cada uno de sus miembros mantenga en sí mismo un equilibrio propio. De alguna forma, viene a ser lo mismo que lo que sucede con los cálculos de las medias: no es lo mismo considerar que el conjunto de la población gasta x dinero en ocio cuando hay mucha gente que no gasta nada y otra que gasta mucho, que constatar realmente que todo el mundo gasta la misma cantidad.

Así pues, cuando tomamos conciencia de que en algún aspecto de nuestra vida existe un desequilibrio y actuamos para compensarlo antes de que nuestro instinto lo haga por nosotros y no seamos conscientes, vale la pena que nos esforcemos un poco para encontrar la armonía antes de que tengamos que hacerlo de una manera más drástica o más dolorosa. ¿Y como sabemos que hay desequilibrio? Pues fijándonos en nuestra actitud, en lo que sentimos en cada momento sin juzgarlo. Si empezamos a tener sensaciones o pensamientos que intentamos bloquear porque nos parecen inadecuados quizás es necesario que les prestamos atención para descubrir si en realidad nos están diciendo que hemos inclinado demasiado la balanza hacia un lado y tenemos que hacer algo para inclinarla hacia el otro.

Del mismo modo que el hombre ha generado un desequilibrio en la naturaleza y ésta cada vez se ve obligada a reaccionar de formas más extremas, si no somos conscientes y participamos de forma activa en la restitución de nuestra propia armonía, también nuestros recursos inconscientes deberán actuar de forma más drástica para equilibrar lo que está desequilibrado.

* Si te interesa el tema de las enfermedades puedes encontrar mucha información en Internet. Algunos de los libros que personalmente he encontrado muy útiles e interesantes son "El gran diccionario de las dolencias y Enfermedades", de Jacques Martiel, "La enfermedad como camino", de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, y también de este último autor, " La enfermedad como símbolo "y" El mensaje curativo del alma”.

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