La decisión correcta


A lo largo de la vida tomamos miles de decisiones. La mayoría son tan fáciles que ni siquiera somos conscientes de que las estamos tomando: qué comemos, qué libro leemos, qué música escuchamos, qué programas de televisión miramos, qué compramos, por qué calles caminamos o qué ropa nos ponemos (¡aunque para muchos este último ejemplo supone un gran reto!). No hace falta decir que el resultado de nuestras elecciones en estos casos no tiene consecuencias significativas, por mucho que aparte de reflejar nuestros gustos y aficiones sirvan para reafirmarlos aún más. En cambio, en determinados momentos todos nos encontramos ante situaciones en las que tenemos que elegir un camino u otro, y a menudo la elección no es tan fácil como quisiéramos.

Frente al dilema hay quien hace una lista de pros y contras, quien pide consejo a los padres o los amigos, quien se decanta por la elección menos arriesgada o quizás incluso quien lo hace a cara o cruz ... Obviamente en cualquier caso tenemos un 50% de posibilidades de acertar, pero nadie nos asegura que no hagamos la elección del 50% restante...

Antes de ir al grano, sin embargo, quisiera aclararte que cuando utilizo el término "correcta" no lo hago en contraposición a "incorrecta" ni para expresar que uno u otro sean equivalentes a "bueno" o "malo" ni a "acertado" o "erróneo". En realidad, ninguna de las decisiones que tomemos será nunca incorrecta, porque todas ellas nos conducirán a una serie de experiencias que por el motivo que sea serán las que más necesitamos en un determinado momento. En cualquier caso, siempre tomaremos la única decisión que podamos tomar según nuestra capacidad y nuestro nivel de conciencia, por lo tanto nunca será equivocada y siempre nos aportará alguna experiencia que necesitamos vivir, por mucho que pueda resultar dolorosa.

Tomar la decisión "correcta" no quiere decir que el camino sea fácil ni que no encontremos obstáculos. Tampoco significa que tenga que ser la más aceptable "moralmente" ni "socialmente". No quiere decir que todo será un camino de rosas y que seremos felices para siempre... Tomar la decisión "correcta" sólo implica que seguiremos el camino que más beneficios nos aportará para nuestro crecimiento y que a la larga será sin duda el más gratificante.

Una decisión "correcta" será la que tomemos siguiendo nuestro instinto, que es el mecanismo que utiliza nuestra alma para protegernos y para guiarnos siempre a lo que es lo mejor para nosotros. De la misma manera que el instinto animal sirve para proteger y defender la vida ante un peligro, nuestro instinto no sólo lo hace a nivel físico sino también, podríamos decir, a nivel espiritual. Por lo tanto, siempre nos evitará el sufrimiento innecesario y nos conducirá por el camino más adecuado para nosotros en cada momento.

Todos vivimos situaciones dolorosas y muchas de ellas son inevitables, pero hay algunas que sencillamente las repetimos una y otra vez porque no aprendemos nada de ellas. Todo son experiencias y tenemos que vivir las dos caras de la moneda, pero si nos quedamos aferrados siempre al mismo lado, a la misma actitud, a la misma forma de reaccionar, las repetiremos una y otra vez hasta que tomemos conciencia y seamos capaces de actuar de una forma diferente. El hecho de seguir nuestro instinto nos permitirá atrevernos a romper este círculo y, por tanto, dar un paso adelante en nuestro crecimiento.

A veces quizás nos parecerá que seguir el instinto nos evita enfrentarnos a algo que tememos y esto nos hace creer que no estamos haciendo nada para superar este miedo. Pues es precisamente así. El instinto nos está diciendo que por el momento no estamos preparados para dar este paso y que debemos esperar a que llegue el momento adecuado para hacerlo.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Cómo sabemos si estamos siguiendo el instinto? De entrada, ningún proceso que suponga una reflexión cuidadosa y analítica de los pros y contras o de las consecuencias de cada elección tendrá que ver con el instinto, ya que lo estaremos haciendo sólo con la mente, que por mucho que nos resulte útil en numerosas ocasiones, precisamente para poder escuchar nuestro instinto es cuando más se transforma en un estorbo. La mente sólo sabe medir las cosas por oposición de unas con otras, de modo que cuando no sabe por qué lado de la balanza decantarse nos acaba llevando inevitablemente a una espiral sin fin que nos devuelve siempre al punto de partida.

El instinto es una especie de impulso, una fuerza invisible que nos empuja hacia una dirección que quizá de entrada puede parecer totalmente ilógica. Es lo primero que nos viene a la cabeza cuando nos preguntamos qué queremos, pero que a menudo descartamos antes incluso de expresarlo con palabras. Y en el caso de que consigamos expresarlo, solemos encontrar un montón de motivos que nos dicen que eso "no puede ser".

Muchas veces seguir el instinto nos da miedo, porque implica que tomemos un camino que nos es totalmente desconocido y que no sabemos a dónde llevará, pero al mismo tiempo nos sentimos atraídos por él, como si en el fondo supiéramos que eso es lo que queremos. Y el caso es que verdaderamente lo sabemos, porque en realidad todos tenemos las respuestas que buscamos... El problema es que la mayoría de veces no nos hacemos caso.

Una manera de saber si la decisión que hemos tomado es la "correcta" es observar si nos pasamos el tiempo justificándola ante los demás o ante nosotros mism@s. Para que me entiendas, si te encuentras repitiendo una y otra vez las ventajas de haber elegido una cosa en lugar de otra o dando demasiadas explicaciones del porqué de tu decisión, ya sea mentalmente o hablando con familiares y/o amigos, la decisión que has tomado no era la correcta (aunque, tal y como he dicho antes, si la has tomado es porque en este momento necesitas vivir las experiencias que te aportará). Lo que estás haciendo es intentar convencerte de que realmente es eso lo que quieres y, además, por mucho que te parezca que ya has tomado la decisión adecuada, en el fondo sigues dudando.

A ver si me explico con un ejemplo: Cuando te enamoras, sientes que te has enamorado pero no analizas qué motivos te han hecho enamorar. Si alguien te pregunta por qué, seguramente te pararás a pensar un momento antes de enumerar las virtudes de la persona en cuestión. Lo primero que has sentido ha sido un impulso, y luego has sido capaz de analizarlo, pero no antes. En cambio, por mucho que conozcas previamente todas las virtudes de una persona e incluso te resulte atractiva físicamente, no puedes forzarte de ningún modo a enamorarse te, aunque te las repitas constantemente y creas que lo más normal sería hacerlo.

El instinto funciona así. No puedes razonar, e incluso si lo intentas puedes ver que no tiene ninguna lógica, pero aún así sabes que es lo correcto.

Con todo esto, sin embargo, no quiero decir que seguir el instinto sea tomar decisiones a la tremenda. El instinto nunca te hará dejar un trabajo de hoy para mañana si tienes una familia que mantener, sino que te dirá que en lugar de continuar en uno que te desagrada y te hace infeliz comiences a buscar otro. Te dirá que hagas, ahora que te lo puedes permitir, aquel viaje que hace tanto tiempo que quieres hacer, en lugar de postergarlo eternamente porque te da miedo quedarte sin trabajo en un futuro, pero no te moverá a gastar lo no puedes... Sea como sea, siempre buscará lo mejor para ti, tanto si de entrada tú lo ves así como si no, y nunca te forzará a hacer nada que pueda perjudicarte. Si lo sigues con plena confianza podrás superar cualquier obstáculo que encuentres y cuando menos te lo esperes te darás cuenta que verdaderamente la decisión que tomaste fue la más acertada. Pero si durante el camino sientes que te vuelven a surgir las dudas y no eres capaz de continuar, no es un fracaso. En cualquier otra ocasión volverás a encontrarte con una nueva oportunidad y quizás entonces te sentirás más capaz.

El instinto no siempre te dará lo que quieres, pero siempre te conducirá a lo que más necesitas. Si te importa tu crecimiento personal seguramente esto te parecerá más que razonable, y si prefieres quedarte con lo que te resulta más seguro o más práctico, sencillamente deberá pasar el tiempo hasta que te vuelvas a encontrar con un dilema similar que te haga plantear de nuevo la posibilidad de volver a elegir.

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